Los castillos del Loira

Viva un momento real visitando los castillos del territorio del Valle de Amboise.
Desde la fortaleza medieval hasta el palacio renacentista, reyes, príncipes y grandes señores han dejado su huella en el paisaje arquitectónico del Valle de Amboise. A su paso, este territorio vio florecer numerosos jardines en sus tierras fértiles. Románticos, mágicos, gourmet, sorprendentes… ¡Cada uno merece una visita!
Castillo Real de Amboise
El Château d'Amboise, testigo de la gran historia de Francia.
Desde la Edad Media hasta el siglo XIX, pasando por el esplendor del Renacimiento, el castillo real de Amboise encarna como ningún otro monumento la gran historia de Francia. Residencia del rey Carlos VIII y de la reina Ana de Bretaña, también fue testigo de la extraordinaria ascensión de un joven destinado a la grandeza: Francisco I. Convertido en rey, hizo de Amboise una de sus residencias principales. Allí deleitó a la Corte con fastuosas fiestas, organizadas por un maestro igualmente extraordinario: Leonardo da Vinci. La Capilla de San Huberto, joya del arte gótico, alberga aún hoy la tumba del más grande artista de la Historia.
« Jardines con esencia mediterránea »
Sus jardines paisajísticos evocan la esencia de Italia y el Mediterráneo. Ofrecen, además, un panorama excepcional inscrito en el Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. El jardín de Nápoles fue diseñado por el maestro jardinero Dom Pacello da Mercogliano, desplegando su extenso manto de vegetación desde la residencia hasta un magnífico macizo de boj. Los Jardines de Oriente, situados en lo alto de la finca, rinden homenaje al Emir Abd El-Kader y sus compañeros. Invitan al visitante a la meditación y a la contemplación.

Castillo de Clos Lucé
El Clos Lucé y Leonardo da Vinci
En otoño de 1516, Leonardo da Vinci se instaló en un pequeño palacete de ladrillo rojo, alejado del bullicio de la Corte. Entre suntuosas fiestas y proyectos gigantescos, durante tres años deslumbró a todos sus interlocutores con su ingenio, creatividad e inventiva. Hoy, el Castillo de Clos Lucé sigue vibrando con la presencia eterna del Maestro del Renacimiento.
En su habitación con vistas a los jardines, se puede imaginar a Leonardo da Vinci tratando de acomodarse con dificultad en su imponente cama con dosel, asistido por su leal sirviente milanés, Battista da Villanis. En sus talleres, reconstruidos con esmero, lo visualizamos compartiendo sus conocimientos y consejos con su discípulo y amigo, Francesco Melzi. Desde su asiento al final de la mesa del comedor, uno se deleita con los pequeños secretos que susurra al rey Francisco I, quien parece cautivado por la misteriosa sonrisa de la Mona Lisa. Frente a la chimenea de la cocina, Mathurine sirve el caldo caliente en el tazón del maestro, antes de imaginársela desplumando un pavo real que más tarde rellenará con setas, para el placer del siempre gourmet Francisco I.
Cruzar la puerta del Clos Lucé es adentrarse en la vida cotidiana de este genio.
El Clos Lucé y Leonardo da Vinci
Las siete hectáreas del Parque Leonardo da Vinci son un auténtico deleite para la vista, encantando tanto a niños como a adultos. Las treinta máquinas imaginadas por el genio florentino invitan a la aventura. Uno se ve intentando cumplir el imposible sueño de Leonardo: volar como un pájaro, antes de asaltar una fortaleza invisible a bordo del sorprendente carro de combate. A orillas del río, se comprende la lógica del ingenioso inventor al accionar el tornillo sin fin, y se admira una de sus obras maestras colgando de las ramas de un venerable roble centenario.


La renovación del Château Gaillard
Tras un monumental proyecto de restauración que involucró a decenas de artesanos locales, el Domaine Royal de Château Gaillard ha salido de su olvido. Este delicado monumento de piedra blanca se revela al final de una majestuosa avenida de plátanos. Además, las numerosas grutas que salpican la ladera caliza invitan a la relajación, especialmente en los días de intenso calor.
Dominio real del castillo Gaillard
El castillo más italiano del Loira
En pleno corazón de la ciudad real se extienden las 15 hectáreas del paraíso real olvidado de Dom Pacello. Se trata de un ejemplo único del encuentro entre los artistas italianos y franceses del Renacimiento: el Domaine Royal de Château Gaillard.
Cuando descubrió el reino de Nápoles a finales de 1494, Carlos VIII quedó completamente enamorado de la belleza de las villas italianas. Se sintió fascinado por la exuberancia de sus jardines y el exotismo de sus frutos. Al regresar a Amboise, encargó a la veintena de artesanos italianos que le acompañaban recrear este pequeño paraíso mediterráneo en la ciudad del Loira. Con la llegada de Francisco I al trono, ofreció el dominio a Dom Pacello de Mercoliano, maestro jardinero. Allí, Pacello desplegó toda su creatividad: plantó los primeros naranjos del Reino, esculpió la vegetación y cultivó especies raras que se adaptaron perfectamente al microclima de este encantador y soleado valle.
«Solo faltan Adán y Eva en este maravilloso paraíso para convertirlo en un nuevo Edén.» – Carlos VIII
Al cruzar la puerta del dominio real de Château Gaillard, todos los sentidos se despiertan. Los colores de sus parterres, el brillo de su piedra, el suave aroma de las flores de naranjo, el murmullo de su fuente, el susurro de las hojas de los árboles centenarios. Sin olvidar, por supuesto, el sabor de un zumo de naranja recién exprimido. Déjese llevar por la contemplación ante su fachada esculpida, recorra uno de los siete senderos de su parque centenario. Simplemente disfrute de la tranquilidad del paraíso escondido de Francisco I.
Pagoda de Chanteloup
La locura del Duque de Choiseul
La Pagoda de Chanteloup es, ante todo, testimonio de la extravagancia de un hombre: el Duque de Choiseul. Exiliado de Versalles por el rey Luis XV, su antiguo Primer Ministro decidió construir este extraordinario monumento de inspiración china en sus tierras de Amboise. La pagoda se erigía como un homenaje a todos los amigos que le habían mostrado su lealtad. Antaño, trono del corazón de un jardín a la francesa que cubría cerca de 4.000 hectáreas, hoy es uno de los pocos vestigios de un inmenso palacio que, según se decía, rivalizaba con el de Versalles.
Una esbelta silueta que apunta al cielo
La Pagoda de Chanteloup ofrece una vista panorámica extraordinaria de Amboise y el bosque que la rodea.
Al llegar al dominio, el visitante queda asombrado ante la belleza de este monumento y su estilizada figura. Con sus 44 metros de altura, ofrece una vista de 360° sobre la ciudad de Amboise y el valle del Loira por un lado, y sobre el profundo bosque de Amboise por el otro. Dependiendo de la hora del día, la sombra vertical de la Pagoda se refleja majestuosamente en el estanque en forma de media luna situado a sus pies.

La promesa de maravillosos momentos de relajación
Aproveche su visita a la Pagoda de Chanteloup para recorrer las orillas del gran canal. Podrá admirar su reflejo mientras pasea en barca o medita en la tranquila atmósfera de su jardín chino. Sin duda, tanto pequeños como mayores disfrutarán probando alguno de los cincuenta juegos antiguos de madera repartidos por el parque. Estos juegos de destreza le transportarán, entre risas, a los momentos de ocio de la alta sociedad del siglo XVIII. El entorno es ideal para un paseo en familia, un picnic entre amigos o un momento de descanso. La Pagoda de Chanteloup es una invitación a la calma y la contemplación, y una promesa de maravillosos recuerdos compartidos.